Dedicatoria





Dedico estas memorias
a mis hijos y a mis nietos

para que, cuando las lean,
recuerden a sus padres y abuelos.

Las escribo con todo el cariño
que por ellos siento.

sábado, 29 de enero de 2011

En La Normal

Eliseo Gómez Serrano, Director de la Escuela Normal de Magisterio, junto a Miguel de Unamuno, en Alicante en los años 30

 Hay que ver la diferencia que existe, entre la enseñanza primaria y la del Magisterio pues, como ya he escrito, me preparé en el colegio para el examen de ingreso y a él accedí. Pero solo recuerdo que consistía en una prueba escrita y otra oral. Por lo visto, aprobé el ingreso y en 1929 inicié el 1r Curso.

Cuando comencé, mi hermano ya estaba en 3º. Por ese motivo, fui muy conocido ya que Antonio lo era, y no solo entre sus compañeros de curso sino también entre el resto del alumnado y, sobretodo, por el profesorado. Mi hermano dejó muy alto el listón y yo, no lo pude superar, aunque puedo decir con orgullo, que no fui de los peores. No obstante, sinceramente, reconozco que tampoco fui un estudiante brillante, a pesar de lo cual superé todas las pruebas y tan solo un año tuve que examinarme en septiembre, lo que no impidió que, como era nuestra costumbre, durante los primeros días de ese mes acudiéramos a la Feria de Albacete.

Las clases en La Normal comenzaban a las 9 de la mañana y finalizaban a las 2 de la tarde, aunque, entremedias solía haber alguna hora libre.

A pesar de que antes de salir de casa, desayunaba café con leche y galletas, era frecuente que muchos días tomara alguna de las cosas que solía traer “El Abuelete”, un fornido vendedor que diariamente acudía a las puertas de La Normal con su carro provisto de un gran surtido de apetitosos productos comestibles: coca de “molletes”, ensaimadas, madalenas, bocadillos de todas clases, etc. Y que tenía una singular manera de aumentar sus ventas, realizando una rifa para la que utilizaba unos cartones o tablillas que tenían adheridas en su dorso unos pequeños naipes. Éstas tablillas las vendía por un módico precio, después hacía que una persona del público extrajera una carta de una baraja de tamaño grande que tenía dispuesta al efecto y con la que otorgaba el premio al ganador. El galardón consistía, como no podía ser de otra forma, en un surtido de su mercadería, entre las que destacaban sus apreciadas “cocas de molletes”. De hecho, si alguna vez me tocó el premio, me pedía la coca y, como me resultaba imposible acabarla toda, la compartía entre amigos y compañeros.

En la Normal, cada profesor tenía un auxiliar que le suplía las veces en las que no podía darnos clase. Cada asignatura se explicaba en las horas que tenía asignadas para ello en la programación anual fijada a principio de curso y en los días asignados con antelación.
Las clases las impartía cada profesor siguiendo un libro de texto que previamente se había fijado, pero eran muchos, entre ellos el de Geografía, Don Eliseo Gómez Serrano, los que desarrollaban los temas de manera tan amena que nos inducían a tomar apuntes, que luego repasábamos muy a a menudo.

Durante mis años estudiantiles, mantuve un sistema de estudio que siempre me dio buenos resultados y era que, cuando un tema se me atravesaba, hacía un resumen escrito del mismo, casi siempre, después de escribirlo se me quedaba fijado su contenido, por lo que se ve mi memoria aumentaba al escribir lo que me interesaba conocer. Sin embargo, si por el contrario, a pesar de escribirlo aún no conseguía dominarlo, lo volvía a hacer, por segunda vez. Y así, hasta que me lo aprendía.

Todo era nuevo para mí y necesité algún tiempo para adaptarme a la organización del centro. Por ejemplo, recuerdo que el primer día de clase me llamó la atención como, al principio, antes de comenzar, el bedel anunciaba: 

- ¡Los de Matemáticas de Primero, a clase!

Así como que después, estando en el aula, al aproximarse el final de la clase, se asomara a la puerta y dijera:

-  ¡¡La hora!!

Como ya he dicho, seguramente debido a lo agradable que nos hacía sus clases, una de mis asignaturas preferidas era la Geografía, que impartía el catedrático D. Eliseo Gómez.
Era Don Eliseo, valenciano, liberal y con una gran personalidad. Además de dar las clases, al mismo tiempo, tenía a su cargo la bien abastecida biblioteca del centro, con una gran nómina de obras de celebrados autores.Cuando terminaba la clase, los que teníamos necesidad de alguno de los libros, se lo pedíamos y nos lo facilitaba después de anotarlo en una ficha. Él me acostumbró a leer, sobretodo obras de la Literatura Española de consagrados escritores. Fui un buen lector y, más adelante, en los cursos siguientes, pude ayudarle en esas tareas de la Biblioteca.

Don Eliseo, casado con la profesora de Pedagogía Da. Emma Martínez Blay, fue un catedrático ejemplar, con gran profesionalidad. A través de su forma de enseñar y, por las explicaciones, sobre todo en los temas más interesantes, hizo que entre los alumnos creciera el amor por el estudio. Fue todo un ejemplo. Llegó a ser Director de la Normal y, no quisiera cerrar este capítulo sin reseñar el trágico final que tuvo su vida, ya que fue el primer fusilado en Alicante, tras finalizar la Guerra Civil. No quiso marchar al extranjero, a la finalización del conflicto, ya que, según se anunciaba, aquellos que no hubieran matado, no tenían nada que temer. Aunque yo más bien tengo la impresión que fue alguna persona de su confianza quien le aseguró tal cosa, condenándolo así a una muerte segura.

Descanse en paz tan preclaro hombre de bien, tan recto y tan inteligente. Los que le conocimos y, mucho más los que fuimos sus alumnos, siempre le recordaremos. Muchas fueron las lágrimas que derramamos, cuando conocimos el triste final de tan interesante y preciosa vida.

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